viernes, 22 de agosto de 2014

Males necesarios


Leer, escribir, respirar, tú.

Tirarme en algún mueble cómodo (no tanto como para que el sueño me domine), con un libro de verdad (no de esos con las letras virtuales) y echarme a llorar como un niño, con las lágrimas sinceras, con los brazos dispuestos a recibir cualquier historia.

Sentarme en el marco de la ventana, con las piernas encogidas, con la portátil en el regazo, teclear un par de palabras absurdas: “Leer, escribir, …”, con la calle abajo mirándome con ganas de recibir mi cabeza y mis manos y mi portátil para hacernos uno con su asfalto y sus gentes que son una sola persona multiplicada hasta el cansancio.

Meter aire en los pulmones, hasta que el oxígeno se anime a no irse y el carbono decida salir, hasta que la acción de aspirar-espirar se ajuste a mi voluntad, y pueda hacer que se detenga en el segundo exacto cuando mi deseo de no estar llegue al clímax.

Caminar tomado de tu mano y besar tus párpados, porque con tus manos aprendo que caminar es amarte avanzando hacia allá, o hacia acá, o hacia algún lugar que quede lejos, pues es lo único que importa, que esté lejos, para caminar más, y no por el hecho de caminar, sino por el hecho de hacerlo tomado de tu mano… Uff… porque con tus párpados aprendo que la belleza no es permanente, cuando me ocultas tus ojos cada cierto segundo, cuando tus párpados se juntan y me veo solo por una milésima de tiempo, porque no puedo hacer que veas el amor que tengo en los labios para ti, porque eres cuando tienes los ojos en mí y dejas de ser cuando sientes el rojo oscuro pegado a las pupilas.

Leer, escribir, respirar, tú: males necesarios.
Escribir, respirar, tú: males necesarios.
Respirar, tú: males necesarios.
Tú: la mejor forma de que nadie note que hablo de mí.



Enero, 2014


[Imagen editada de la web]

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